jueves, 26 de marzo de 2015

De parias e intocables





A Miguel este ojo  bicéfalo dice  gracias
 y en su mesura me reconozco.
 Miguel que me bien recuerda en los viejos días
y anuncia el florecer de los textos luminosos



 Hay bayonetas que se clavan  con geometría  de decepción en lo más íntimo de las meninges atravesando la piel y manchando la carne honda,

subvirtiendo toda virtud que imaginar pueda el humán
y aún otras cosas a las que la palabra no llega

(el no llegar de la palabra es un valor absoluto, como ese que Einstein da a la velocidad de la luz).


Hay carnes que tiemblan en la ira y se refugian en el odio

porque

nos habitan  agujas oxidadas que pinchan muñecos vudú en un poema de Lorca
y hay Lorcas que se despiertan vulgaridad y  estereotipo
-  reiteración una y mil veces de la ya vieja Sherezade  -
y hay la misma secuencia de opereta
o se da la misma moraleja del cuento
y aquella  engañosa novedad de rojo amanecer que salva la cabeza del Bautista
o anuncia el dentífrico que vencerá a todas las caries
y al nauseabundo  hedor que sigue  los pasos de los cuentos infantiles en versión hardcore

Mirar tan lleno de temblores es asunto muy Kierkegaard
Mirar sin zaherir es esquema muy Spinoza
Mirar cantando la vieja maravilla
-el río que discurre del mar hacia la más alta de las montañas -
es tan difícil
tan tan difícil
que me hace recordar que soy un caso
otro,
un otro bajo la forma de un cualquiera  que escribe en tablillas de cera digitalizadas


Y solo por tu palabra la voz llegará
rompiendo el sable en la rodilla de la belleza,
resquebrajando la belleza en la cima de un matiz,
matizando un discurso
susurrando la sorpresa del libre pensar
que desvela alguna cosa bien querida
incluso en el núcleo mismo del asco




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