sábado, 15 de marzo de 2014

Phineas Gage´s performance




Comienza la lectura de este texto sabiendo que lo que en él se plantea te exigirá  volver a leer  - no sabemos cuántas veces - lo que ahora se te presenta. Tú única y última certeza al entrar en este espacio es que lo que en el presente estás haciendo es solo una simulación de lo que de verdad debe ser el caso.

 Te ordena el texto que, poco a poco,  rompas la velocidad habitual de lectura hasta llegar a la paralización en las últimas sílabas. Ese es el imperativo al que tú te sometes de modo voluntario. Si lo consideras oportuno imagina al Diablo riéndose en un rincón del chiste de tu sometimiento. Pero aquí acaba la última oportunidad de la risa.

 Imagina con un poco más de detalle la acción. De un modo lento y progresivo,  tu mente contemplará su propia implosión porque, al final del tiempo otorgado para la lectura de este escrito,  deberás perder la capacidad de descifrar las letras. Todo se volverá ininteligible. La lentitud te enredará en la fonación mental de cada palabra, en el seguimiento de  la línea de cada signo. Las pausas que se hacen eternas.  Debes prepararte para el balbuceo mental .  Examina la extensión del texto. Prevé los ritmos del cese.

¿Crees que lo conseguirás? ¿Te falta valor y sabiduría?

 Acomoda tu culo en la silla. Mira el retrato de Phineas  Gage. ¿Ves la barra de metal que sostiene? Esa barra le atravesó el cráneo. Un accidente. No murió. La barra le reventó el lóbulo frontal pero no murió. Le dejó ese ojo en ausencia. Volvió a la vida en forma de milagro. Pero Phineas no era el mismo. Básicamente se convirtió en una cabrón sin moral que, además,  era incapaz de no destrozar  sus proyectos. Siempre encontraba la acción que no le convenía. La elegía. Pequeños movimientos que derriban el castillo de naipes.

 Siéntate e intenta pensar en una barra de hierro atravesando tu cráneo. Nota el crujido del hueso o la sorpresa de un golpe contundente.  Usa tus recuerdos. Una vez que sientas el peso del hierro en la línea que une tu ojo y la parte posterior del cráneo, deja reposar el metal. Siente su veneno sabiendo que no te mata. Gana tu vida. Poco a poco, reposado ya en la nueva sensación, nota como se disuelven los preceptos morales y todas las bellas intuiciones. No hay nada que violente el caos de tus ideas, nada cortocircuita el análisis racional . Por vez primera, tus ideas fluyen sin cortapisas emocionales.

Despierta. ¿Ya has olvidado que la lectura debe caer, por lentitud, en las ininteligibilidad? ¿Has dejado que se borrara el objetivo de la acción? La perspectiva de ser Phineas Gage, de ser o vivir su desgraciada vida, te ha hecho perder el norte. Retorna.  Con el cráneo atravesado por el metal, frena la lectura, mira los trazos de las letras, haz ecos con los sonidos. No te conformes con la idea de que en la próxima lectura lo harás mejor. No lo dejes  para mañana. Mejor ahora. Mejor sentir la quiebra ahora. Mejor  el estallido de tu cráneo aplastado por la barra de hierro disparada ahora. Siente la fuerza del vacío. Siente que no te importa que nada signifique nada. Mira el lento fluir de las letras cayendo por el hueco abierto en tu cabeza. Di: Vuelvo, leo, reitero, soy Phineas, Phineas Gage. Vuelvo, leo, reitero, soy Phineas, Phineas Gage. Soy, es,

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