sábado, 8 de febrero de 2014

no hay nada con lo que identificarse ni quien se identifique con nada




.... a sus 62 años, Jacky O’Shaughnessy ha roto todo tipo de convenciones y se ha convertido en la nueva imagen de la línea de ropa interior de American Apparel. La cadena de moda pronta ha publicado la foto en las redes sociales en la que se ve a la sexagenaria ataviada con solo un conjunto de encaje y estrías a la vista, acompañada de la frase “Ser sexi no tiene fecha de caducidad”. El País


 Debo decir que todo este asunto me trae sin cuidado. Anoto o, más precisamente,  hago rebotar la noticia, el hecho, la imagen. La retransmito. Mi pensamiento parece que ha quedado para sustentar alguna modalidad de  lo diferido, la réplica simulada de un encuentro interesante o digno de atención, la salvación de un  pequeño cascajo escupido por el ruido. Hago como si el objetivo de la provocación estuviera conseguido o fuere converso de algo. Pero ni lo uno ni lo otro. Repito que me importa un rábano el asunto. Estoy simulando mi interés por el caso. En mi alma estoy en silencio.

 La imagen de la modelo quisiera para sí el nombre de signo paradójico por ese su intento de mostrar la arruga y la lozanía, la menopausia y el sex appel. Vejez y  juventud reflejadas en  el sosiego de la experiencia o el brío del potrillo teenage.   En el pasado ya se nos presentaba este mismo juego acudiendo a la verticalidad  del adentro y el afuera, amenazando a la juventud con el paso del tiempo que hunde en profundidades sin nombre  y coronando la edad con la sabiduría o, al menos, la malicia del que ya ha vivido (v.g. la Celestina, puta y vieja y, por eso, protagonista del relato). Pero aquí no hay  intento de otorgar poder a la experiencia que nos malea o a  la sabiduría espiritual. No, aquí todo sucede en el plano de la apariencia, en la piel. En la horizontalidad  del contraste directo del cuerpo de 18 y el cuerpo de 62. Ambos están ahí, a la mano.   No sabemos si es la modelo bella por dentro porque no hay alusiones a tal dimensión y ella  habita en ese afuera de su cuerpo, en aquello que la hace no- bella: la piel atravesada por la edad. Porque no hay photoshop rejuvenecedor. La modelo debe aparentar los 62 para que la campaña funcione y, por eso, hay que subrayar (tecnológicamente también) las arrugas y la flacidez en algunas partes. Hay que mostrar las heridas de la edad para que haya efectividad estética, es decir, en este caso, seductora.

 Lo bello habita horizontalmente en  lo no bello. Pero, ¿que significa ese "en"? No creo que sea "uno dentro del otro", en un mismo aspecto y en un mismo tiempo. No, están como en paralelo, en una suerte de convivencia civilizada. Lo viejo no se intenta mostrar como lozano y atractivo. Más bien, parece que la modelo ha dejado que en su piel acampen núcleos de resistencia juvenil, belleza, sex appel.  El el imperio de la edad, brota la resistencia de lo joven. El capitalismo sabe jugar como nadie con las ideas de resistencia.

Mágicamente, miras la imagen y adquieres - sea cual sea tu edad -  la edad de la modelo, indefinida salvo por el pie de imagen, cuando nos hablan de los 62. La imagen tiene atributos del joven y del viejo. Eso eres tú, esa es la edad y en ti habita eso que te provoca rechazo y, ay, gracias a dios y al capitalismo seductivo, también  lo que nos salva, eso otro que vemos en la modelo y nos excita.

No hay aquí la tragedia de un pacto con el diablo. Hay un consenso, una réplica en nuestro cuerpo fragmentado de la dualidad de lo terso y lo rugoso. Mi piel estará ajada pero mis erecciones son adolescentes (viagra ex machina) o mi potencial físico mengua pero mi imaginación es de niño de guardería.

Me preocupa mi desinterés por el caso. Me pregunto dónde estoy yo cuando se produce la felicidad del otro.


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