Violeta Parra
".. el tema es el amor,
el amor que no siempre construye
que casi siempre destruye
y mata
(Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood 2011)
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente
sin ser sabio competente
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios
(Violeta Parra: Volver a los diecisiete)
Empédocles, que ya en vida alcanzó fama de sabio e inmortal, quizás se vio forzado por su propia nombre y las exigencias del público ya constituido. Motivado el sabio por esa violencia del que promete escuchar y que hace temblar el necesario rigor del pensamiento, habló del amor y la discordia como fuerzas cósmicas que tejen, con el cuidado de toda neurastenia que se precie, las tramas de la historia. Una duplicación a todas luces inútil porque el amor se sobra y se basta para destrozar todos los caminos y dejar claro que es tan precario el toldo que nos cubre como el jugo que queremos sacar a nuestro amante apresándolo en la cama.
Y también Platón inventa y rescata a la materia como para simular oposición al eros divino que, el muy puto, quiere solo mostrar la faz del sonriente y musculado héroe de la dialéctica, constructor de palacios y academias, del Estado y la belleza. ¡¡ Oponer el amor a la materia !! No era necesaria la jugada y esa exuberancia no sienta bien al manjar filosófico, que siempre debe ser lo más parecido a una corteza de queso regada por la última gota de un vino que ha emborrachado a otros. Tuvo la materia que cargar con la culpa y enmascarar que Eros derrumba todas las pequeñas cosas en su ascenso a la luz que promete y que, todos los sabemos, acabará cegándonos. Exige superar la belleza de las cosas e incluso su ternura en un siempre más allá circense, más difícil todavía. Todo lo explosiona el amor. Deja cascotes el amor. Y el sabio que nos quiere librar de la visión de tanto desgarro en el lienzo, nos trae a la materia como víctima de paja.
Freud cedió en su firmeza austriaca y al eros le añadió la sombra de tánatos. No soportaba que el amor lo fuera también a la patria.
Gusta al amor ocultarse.
Y tantos otros o casi todos lo mismo
Parece que los pensadores debieron construirse nuevos párpados para cerrar el primitivo ojo, la mirada abierta al trabajo y la búsqueda de los últimos testigos. El ojo que desentrañaba sin necesidad de la cobertura de un párpado, tan fuerte que no necesitaba que cada pocos segundos se borra el exceso de luz, ese ojo al parecer era solo del visionario que se queda sin palabras, calla mirando la uralita del mísero refugio y se ubica en el limes del desierto.
Por eso olvidaron que el amor es la gran fuerza destructora
Por eso se inventaron a su sombra.
Para ganarse un aplauso
Para que el dolor del ojo enrojecido por el viento parara de una vez y no nos hiciera, en este renuncio, cobardes.
Antes tontos
Prometiendo un amor que construye un nuevo futuro si y solo si lo preservamos, delicado le decimos ahora, cosa tonta para hablar con un dios idiota y blando...
Inventamos esa fuerza entrometida de la discordia para ocultar los crímenes
Y la tememos étcetera.
Oh, filósofos y poetas, qué mentirosos al no reconocer que nos ha vencido el desierto.
El amor ríe en lo alto de los cielos. Destruye y, adorarlo, ahora es maldecir.
"Quien lo probó, lo sabe" (Lope de Vega, en su célebre poema, tan famoso y acertado como el del conocido soneto de Quevedo). ¿Por qué será que quienes mejor lo definen son los poetas? Más que los filósofos. El poeta no teme quemarse en ese mar de hielo ni perderse para ser hallado.
ResponderEliminarCoincido: virtualidad destructora de alto alcance, pero también construtora. Ya sabes: pura contradicción, paradoja perfecta.
Besos de una "mala" a la que le gusta ser "mala".
"Constructora" y no "construtora", Esto de escribir deprisa...
ResponderEliminarEn defensa del pobre filósofo, digamos que su tarea es otra, menos fractal que la del poeta que, por lo suyo, siempre puede hundir sus palabras en la selva de las connotaciones que se dicen a sí mismas. El filósofo, al menos en principio y en su faz más "clásica" - si esto no es sin sentido - debe afilar los conceptos, recortar sonoridades y connotaciones, hacer taxonomías de apariencia no borgiana... Y el amor es fuerza de rostro tan cambiante que se filtra por todos los lados y ama y llora y destroza y rasga y cose y ensambla. Un abrazo
Eliminara veces tengo la impresión de que eres inmortal... no sé si el mal vela siempre, pero la bicefalia sí que parece atenta a todos los movimientos, del Eros o del thanatos, mientras dormimos nuestro sueño dogmático... Celebro siempre tu corazón oblicuo, entrañable, desbordado, inquisidor...
ResponderEliminarOh, Stalker, qué percepción tan rara esa de verme en la inmortalidad (¿como Empédocles en la boca del volcán?). Guardo silencio en tu celebración...
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