martes, 14 de mayo de 2013

Patología en la isla de L


Hancock enferma

"No importa si pateo un gatito, si te arranco los ojos, incluso si hiero a gente inocente... ¡El mundo siempre perdonará mis pecados! ¿Por qué, preguntas? Pues porque yo soy... ¡¡¡Hermosa!!!!" (BOA HANCOCK)

 "No deberías haber rechazado tan bruscamente sus cuidados médicos, al menos el tratamiento psíquico. No le gusta que se prescinda de eso. Yo tampoco gozo de su estima porque no suelo hacerle muchas confidencias. Pero de vez en cuando le cuento algún sueño para que tenga algo que disecar" (Thomas Mann: La Montaña Mágica).
 " Lawrence LeShan, psicólogo y psicoterapeuta newyorquino (autor de You Can Fight for You Life: Emotional Factors in the Causation of Cancer, 1972), sostiene que "se configura una personalidad de tipo general entre los pacientes de cáncer" y un modo propio de ver el mundo que "data de antes de la aparición del cáncer".  Divide "la estructura emocional básica del canceroso " en tres periodos: Una infancia y una adolescencia marcadas por sentimientos de  aislamiento", la pérdida de "la relación profunda" hallada en la edad adulta, y la subsiguiente "convicción de que la vida ya no puede deparar esperanzas". "El paciente de cáncer" escribe LeShan, "casi siempre se desprecia a sí mismo, como desprecia sus capacidades y posibilidades". Los cancerosos "no tienen sentimientos ni conciencia de sí mismos" (Citado por Susan Sontag: La enfermedad y sus metáforas)
" Suponed que alguien  pretenda excusar su inclinación al placer  diciendo que ella es para él totalmente irresistible, cuando se le presenta el objeto amado y la ocasión; pues bien, si una horca está montada delante de la casa donde se le presenta aquella ocasión, para colgarle en seguida después de gozado el placer, ¿no resistiría entonces su inclinación? " (Inmanuel Kant. Crítica de la razón pura).

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 Reconozcamos y repasemos (despellejando) el impulso de supervivencia que se exige azuzar a todo enfermo (debes ser fuerte y luchar contra ello).  Se ordena que cuando la locura animal de la vida en el combate orgánico estalle, apostemos por la sumisión al impulso que nos salva y que, por lo visto, debe ser perfectamente distinguible. Que el trabaje sin nuestras fruslerías y quejidos. Para empezar, ubiquemos en el rincón de los enemigos  todo aquello que nos relaja y nos convierte en pusilánimes contemplativos: la aceptación de la proliferación de las otras células, la convivencia humillada en el parón neurológico, el bajón depresivo, el cansancio, esa vaga tendencia a no querer ser ya nada.... Hay que pegarse como lapas al miedo a la horca.

El miedo a la horca, tan bien narrado por Kant en la cita anterior (un argumento de bruto de pueblo). Coloca el maestro a la misma altura ese sentimiento y la ley ética y sus  valores, porque todos ellos muestran la libertad como hecho. La libertad en la ética, ¿es violencia de pánico vestida con armadura principesca?
En la lucha, lo esencial es el dejar hacer a los maestros, permitir que nuestro cuerpo y nuestra alma se conviertan en campo de batalla cartografiado por la ciencia médica, señora de los humores y sacerdotisa de las fuerzas orgánicas. Nos dicen: no se le ocurra negar esa fuerza  que solo se deja ver cuando la vida pierde su modales y se dedica a perjudicarnos. Dejemos entrar por la puerta a ese poder lubricante de sabor salado, el olor brusco de la voluntad de curación.

Ahora sí. Ahora, después de ser negada la biología con mil explicaciones espiritualistas o tangadas de mercado ético o estético, se nos exige obedecer a la vida traducida por los maestros.

Ahora, sí. La parturienta  se ve en el parto concentrada en su coño, impulsada por la salvaje fuerza del empuja, empuja, empuja que la llevará a defecar y miccionar, lo prohibido por maloliente, y da igual que sea la virgen misma, la señorita que esperó al príncipe conservando el altar de las libaciones pulido o la más promiscuas de las señoritas de Avignon. Da igual:  pa´l caso pudo ser puta. La libertad que nos arroja el impulso vital a la cara con su exigencia de supervivencia, es terror de un alma totalitaria solo parcialmente propia

Ahora sí. El ciudadano que entra en el reino de la maladie debe saber que ahora toca la animalidad del que lucha y se agarra con uñas y dientes a eso que, dicen, se nos va y que, ay dios mío, uno siente más vivo que nunca. La propia vida ahora sí que ruge y escuece y se moviliza. Ahora, amigos, así dice el terapeuta, debemos aliarnos con sus humores y fluidos, hablar de flemas y bilis, pensar en ellas como enamorados sin miedo.

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Pero ya se sabe que esa entrega a la fuerza del combate siempre tiene trampa y oculta un juego de poder, una biopolítica. La lucha debe subordinarse al dominio del mago o del médico o del terapeuta que nos grita.. ¡¡Déjate cuidar!! Ese dejarse hacer por el cuidado amodorra al animal que debe habitarnos en esa lucha contra nosotros mismos. El animal salvaje debe hacerse dependiente de un fármaco, de unas confidencias al terapeuta. Un salvajismo de otro nivel marcado por la ciencia. El miedo a la horca se despierta ley moral (Kant) y el animal que nos habita en la lucha vital se convierte en alma de terapia nombrada como paciente. No hay otra...

 Ahora, incluso,   es usted culpable si muere porque, como decíamos en el día de ayer, si no hay rebelión no hay derecho a la queja. Su mal es usted, el mal fue su aislamiento y la decepción, el mal fue la tristeza de su lucidez al descubrir que sus cualidades y propiedades eran despreciables. El mal fue la desmovilización.

... y bien pronto se acaban, en el caso, las metáforas.

4 comentarios:

  1. a no ser que la horca te produzca asimismo placer, entonces, la ley moral no sólo no despierta sino que palidece ante el panorama Sade and Sand.

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  2. Si la horca produce placer, el bueno de Kant-Robespierre debería colocar en algunas esquinas de la ciudad mantas calientes, sopitas y buen vino. Ni Sade ni Sand saldrán indemnes de la liberación que se nos promete. Las sopitas y el buen vino tradición coloca como emblemas del que se ubica en la nación de la enfermedad y deja que el mundo corra.

    En todo caso, señor BB, su respuesta es golpe seco en la piel de mi texto. Se agradece. Y un afectuoso recuerdo

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  3. Brutal texto y reflexión, Luis... me recordó un poco el implacable flagelo de Iván Illich en "Némesis médica", donde analiza la contraproductividad de la institución médica, la conversión de enfermos en clientes cronificados, la anulación retórica y bioquímica de la autonomía...

    el mundo de la enfermedad ha generado su propia autoayuda, una costra de lenguaje médico divulgativo y posibilismo redentor del que cuesta deshacerse. Tu lúcida disección contribuye a ello, creo...

    es siempre un placer dejarse inquietar por sus visiones...

    un abrazo

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  4. Gracias por el comentario, Stalker, y perdón por el retraso que deforma esta ya de por sí extravagante forma de conversación que se traba en la red. Sontag señala que la enfermedad se cubre de metáforas e interpretaciones que destrozan y muestran la cara más dura y violenta de nuestras palabras (o las palabras de los Otros). La enfermedad, nos enseña a ser precavidos con todos los símbolos, a sentir la la hoja afilada de la palabra que nombra el mal que nos habita ((¿qué tengo, doctor, qué tengo?).

    luis, enfermo de sí(o, hegelianamente, para sí)

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