viernes, 29 de marzo de 2013

Semana de Pasión(3). El arte, la religión y el amor roto de la madre




Antonio Saura: Crucifixión XI, 1963


 El amor, el arte y la religión tienen hilos (multicolores) que unen sus itinerarios y, quizás, sus destinos. El modo en que esto se hace realidad en las épocas o, por encima de ellas, en algún  eón trascendente, es tema aún no resuelto. Ese "aire de familia" que conecta por vía subterránea a los tres fenómenos - en el doble sentido de hechos manifestados y atracciones de feria - es la  dinámica que nos lleva a prescindir de la veracidad y la moralidad en nuestras actuaciones.

Alguien podrá decir que hay otras regiones en las que el olvido o, para ser más precisos, la distracción de la verdad y el bien se dan de modo abundante. Así,  lugar común, es el caso de la política. Sin embargo, debemos ser rigurosos. Los olvidos que de esos dos valores encontramos en la actividad política se muestran en la forma de ocultación y engaño. Una política inmoral y mentirosa es, Maquiavelo me perdone, algo perverso. No va de suyo con ella.  Por contra, en el arte, la religión y el amor, la percepción de la verdad y la moralidad como algo ajeno al juego planteado es de algún modo evidente
   ¿Dónde queda la verdad en la extrañísima historia del Cristo ejecutado, del Dios omnipotente dejándose torturar por la turba de judíos y gentiles, es decir, por la humanidad por una vez unida en objetivo? ¿Qué moralidad legitima el sacrificio cruel del inocente cordero como camino hacia la liberación?. Los practicantes  del mensaje religioso - como el amoroso o el artístico - juegan en ocasiones a la idea de ofrecernos una verdad y una moralidad más alta, más profunda. Craso error que se desvela bien pronto: en tanto dirigido a nosotros, esas supuestas verdad y moralidad más altas solo son  inteligibles si las miramos, guiñando un poco los ojillos, bajo la forma de fábula y momento de amoralidad. Solo el loco genio o el profeta o el enamorado dicen entender esa verdad profunda. Lástima que siempre callen o que, al hablar, nos relaten sus fábulas que acaban por demostrar lo obvio ----  en el fondo, son como nosotros, salvo que un poco más inestables.

 Sin embargo....

   Miro la Virgen doliente y conmueve la ignorancia absoluta del destino del hijo, su pronta resurrección y su conversión en Rey. Ella desconoce - o es una actriz excelente - lo que todo el público que participa del juego asume: si nos detenemos con tanto esmero en la contemplación del torturado es porque sabemos que es ficción, que no hay crueldad, que es todo un espectáculo de belleza expresionista.  Porque, en verdad os digo, si fuere de otro modo, si lo que se relata en la pasión fuese verdad y la crueldad no tuviera paliativos estéticos, entonces, el silencio sería abismal, todos estaríamos en nuestra casa, los pocos sampredros que quedaran por la calle negarían tres veces mil la asociación y  abundarían los colgados en los árboles al modo Judas. Pero no, no es cierto. No puede ser verdad, no hay maldad tan alta. Pasarán dos día y llegará el reino (ergo, conviene estar con el que gana...). Solo la Virgen parece estar al margen, solo ella no comprende que es ficción. La madre amorosa se desgarra el pecho y agrieta la cara...


 De los tres modos antes señalados - arte, religión, amor - solo este último agita radical su olvido de la verdad y el moralidad. Dice el amante y la madre amorosa que esta verdad no puede ser verdad aunque lo es; que este mal no puede ser tan destructor, que es imposible que el enamoramiento nos desgarre de tal modo, aunque lo esté haciendo. Solo el amor lleva del olvido de la verdad hasta el extremo de olvidar también que es todo fábula y se ubica más allá del bien y del mal, más allá de la pregunta por lo real y la apariencia. Solo enamorados entendemos que esta ficción cruel nos está matando realmente (o, en positivo, nos transmuta de veras).

 No puede ser real. El Hijo está dormido, el Hijo ha muerto, el Hijo nunca ha existido, el Hijo es lo único que ha sido.... Solo el amor romperá tu corazón, madre.

 Llega el silencio...pero solo para la madre que, idiota, está enamorada del hijo hasta el último pliegue de su corazón en carne viva.

Gloria


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