martes, 31 de diciembre de 2013

TENDENCIAS (2)



Anselm Kiefer


   El eStado y el entramado cApitalista han follado tanto que se han fundido – no hay reproducción pues son más entidades víricas (implantadas en lo existente que desfiguran ) que bacterianas - dando lugar a un “aLgo” en el que nosotros (perdón, yo) ya no podemos (perdón, puedo) ser un cualquiera abierto al libre cuidado de sí y del otro,  sino que nos (me) identifica(n) por un perfil que, eso es lo cojonudo, asumo.

Perdonen el tartamudeo.

Mi perfil es miiii pppp erffiil.

La esperanza en un Estado como fin de la teleología humana se rompe en las diez mil frustraciones que se implican en esta conversión de mi poder en un perfil identitario fluyente,  definido por algoritmos que recogen variables diversas: oficio y beneficio, marcas socio-sanitarias, curiosidades estadísticas...

Lo público y lo privado. ¿Ha lugar la distinción salvo que se reinventen los sentidos y se perviertan los perfiles en virtud de acciones caóticas y, como siempre, valientes?.

Hay una exhibición simultánea y diferida (mediada, no meditada) del eStado y de mi alma en el modo omnipresente de lo pornográfico. Lo más público, lo más íntimo. Conocemos las tripas negras del eStado, de las eMpresas, de los mEdios de comunicación y eNtretenimiento, tanto como todos ellos tabulan nuestros gustos, manías y  signos de la intimidad. Convertidos en tubos dilatados, son /somos la exhibición pública de nuestras amígdalas e intestinos, en las que se implantan, al menos mitológicamente (en el peor sentido de esa palabra), terminaciones nerviosas, artefactos clítoriales del placer. Eso sin que pase realmente nada.

Solo la opción libertaria, como siempre en el margen del sistema y empobrecida, parece tener un poco de luz en su mirada. Y sueña la vOz que en la comunidad libertaria puede salvarse la intimidad y, a la vez, establecer un marco decente para el cuidado. La comunidad libertaria, ¿ rescatará los elementos míticos y mágicos que aún quedan en la sopa espesa del Ruido? ¿Quién se atreve a tragarse los grumos informes?. Confusa, no sabe esa comunidad inexistente si es antimoderna o antitecnológica --- o lo contrario. Pero hay algo positivo en esa mirada.

- Sin embargo, me dice la vOz, esa comunidad exige un mesías...
- Sí, ¿la decencia, la sinceridad?
- Comprueba si sabemos usar esas palabras.
- No.... no sé
 - Por eso, temblarás ante la idea de que la única opción sea la fuerza.


¿Deberíamos liberarnos de todas las adiciones de la red del entretenimiento, la diosa que ha conquistado la cultura?

¿Deberíamos crear microespacios de rehabilitación que, como se sabe, funcionan en un nivel de simplicidad voluntaria?



Mi visión no dice si alcanzaremos esa posición estratégica. Mi formación filosófica también define mi perfil y  me lleva a sospechar de la vOz.

Mi visión anota un leviatán sano;  si les sirve de algo.


lunes, 30 de diciembre de 2013

TENDENCIAS (1)


    El Ruido bloquea cualquier tentativa de Percepción y Sinceridad. Todas las palabras que salen de mi boca saben a falso, aunque no sepa yo ya discriminar tal cosa y actúe por mero impulso o vago recuerdo,  porque han sido maceradas en la bilis negra precocinada que me suministra, en dosis precisas, los entramados del Ruido. Ellos me enseñaron la gramática con el objetivo de ser un funcionario (aunque sea en la sombra) y ahora mismo posiblemente esté a su servicio. En otra época yo hablaba de  las pequeñas percepciones con las que aliviamos nuestra sed de sinceridad, compromiso y eso que antaño se llamó la comprensión de lo real y el entramado del sentido. Sin embargo esas pequeñas percepciones son los peones de ese Algo Peor que nos anuncia la pErcepción . Si observamos anatómicamente su figura,  las  formas de esas pequeñas percepciones que consideramos nuestras gotitas de saber y hasta experiencia,  contrastamos que han sido sodomizada por el Ruido, dejándonos sin puerta atrás para ulteriores fugas. 

 Así las cosas, la crisis de las artes y los saberes seguirá siendo tema y campo abonado para inventar nuevos movimientos postreros. A veces el odio sustituye, sin más, a las pequeñas percepciones que llevan masturbándome mil años. Quizás sea lo que nace caminos de hiel.


La ironía y el sarcasmo provocan una extenuación cultural sin precedentes aunque consiguen hacernos sentir más sabios. Nos consuelan en el vacío de los Templos y la soledad de las Comunidades.


.... y así lo decimos....

martes, 24 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad (y 3)

Ni  el ganar ni el perder cierran la partida. Nunca se gana ni se pierde del todo en el camino.  Esas eran las cartas que tratamos de jugar. Malas cartas que  sacrificarían en su altar las mejores voluntades, el nunca más que entonó sincero ante su amante al salir de casa.  Pero el jugador no puede vencer la excitación que le supone imaginar cuáles serán las bazas de los otros, la ilusión de contemplar, en el centro de su mente, las constelaciones de cartas distribuidas en la mesa y arropadas por la apuesta de su sangre. Falla la cartografía y gana la banca del demonio, se sabe, sin perder nunca la esperanza. Derrotado por  la falta de liquidez -  él no ha elegido salir de la timba sino que ha sido expulsado-   encara la fría calle  y entona una hallelujah rabínico, a cold and broken Hallelujah .

Una mujer, cubierta con un velo su cabeza, enciende una vela en el altar cuando el jugador derrotado entra por la puerta sin un jodido euro en la cartera.

Y el hogar  entona un frío y roto aleluya.

Aleluya al fin y al cabo.

Y eso, amigos, que haya un hogar al final de las caídas, eso es la navidad.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Cuento Navideño (2)

 Un par de manos más y se va a casa. Pero no de cualquier modo. En su hogar él  es el  Ludópata y, como todo adicto descrito con palabras esdrújulas de más de tres sílabas, es mirado con una  mezcla de desprecio y conmiseración. Por eso sale de casa fingiendo citas de trabajo, engaña a su padrino de A A, y acaba en alguna timba.  Las cartas esconden siempre un as de triunfo y el aroma de la Jugada Perfecta. Hoy su sombra le decía que la suerte  le estaba engañando con otros,  pierdes más de lo que gana en un mes, so capullo;   o, tal vez  en  un año, susurró él entre dientes .  Pero el jugador sabe que la Jugada Perfecta se oculta siempre detrás de la mala racha y su sombra no sabe de esas reglas. Hoy podrá llegar a casa con el triunfo entre las piernas y en la cartera. Un par de manos más y hará el amor a su amiga como hace tiempo que no lo haces, cariño. Un par de manos más y la Jugada Perfecta abrirá el cuerno de la abundancia en el rostro ansioso de sus hijos que verán llegar al desastre de su padre con diez mil cajas de regalos fantásticos. Y de sus rostros saldrá ese amor que, a veces, tan dulce sabe.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento navideño (1)

 Finalmente aceptará que esas eran sus cartas. No sabe cuánto poder detentan porque, con la sorpresa,  ha  olvidado de que hay otros jugadores en su misma Partida. Una voz grita, unas mesas más allá,  hagan juego.  Intuye que las malas cartas encierran su propio as si  otros las tienen peores.  O si , en el farol, disimulan y disparan  miedo al contrincante, cuerpo interpuesto  que protege el corazón oscuro de la Partida.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Mundo hostil. La centralita





 En el muy lejano 1987 trabajé durante un tiempo como telefonista para una organización  ---- que, por lo que sé, sigue existiendo. 

Mi tarea consistía en  recibir llamadas del exterior y del interior del organismo social antes citado -----  y que calificaría, no sin miedo, como estructura muy jerarquizada 

  Las voces solicitantes de mis servicios exigían que metiera sus palabras dentro o las sacara fuera del sistema. Dado que yo  debía permanecer simbólicamente en la membrana de la cosa, en la frontera donde el aduanero supervisa y hace realidad la comunicación, en mi quehacer cotidiano mi mente funcionaba como un algoritmo perfectamente engrasado. Si la llamada llegaba del exterior yo decía: "G.M. (nombre de la organización) buenos días". Y si, por contra, era alguien del interior el que me interpelaba,  susurraba virilmente: "Centralita buenos días".

 Las voces que me hablaban  desde el exterior pedían cosas muy simples. Básicamente que las pasara con el departamento Z o Y;  o, en segunda opción, con alguna persona con nombre y apellidos de una  lista finita que yo podía consultar. 

Algunos llamaban sin saber muy bien con quién querían contactar y solo tenían claro, en el mejor de los casos, qué deseaban decir al oído del que fuera competente en el asunto que les inquietaban.

Una vez llamó alguien que amenazaba con hacernos saltar por los aires. 

  La mayor contingencia  se desvelaba si la extensión interior solicitada no estaba operativa.  En ese caso, el peticionario  permanecía en espera. Yo no era responsable del contratiempo y la mayor parte de la gente se mostraba amable aunque la posición de espera con el teléfono en la oreja era, en aquellos años, gesto idiota. Hoy las cosas se ha normalizado también en lo que toca a ese aspecto.  

Otra variable relevante en el trabajo, y no había muchas más,  era la posición jerárquica que el comunicante, ya emisor, ya receptor, poseía. No era igual estar abajo en la pirámide que ocupar una posición privilegiada. En este último caso,  debía yo presentar  la llamada que entraba en tan digno espacio con mi propia voz, sin distinguirme o señalarme, de manera sencilla y cortés pero humana. Debía violentar la eficaz mecánica con un simulacro de trato diferencial y representando ser siervo o ayuda de cámara  que anuncia una buena nueva: señor, le paso la llamada de....  En los casos en los que el emisor y el receptor no tenían un estatus de dignidad, me limitaba a lanzar la llamada, sin más,con un par de golpes en el teclado.

 En aquellos años, encerrado en la torre en la que estaba el centro de comunicaciones, me sentía a salvo de los rigores del invierno del alma. No era exactamente feliz pero sí sentía la seguridad que nos ofrecen las actividades en las que las variables ocultas o sorpresivas parecen volatilizarse en la actuación ritual, en la reiteración de lo mismo.  Además, cuando la actividad se relajaba al final de la jornada laboral,  yo podía aprovecha para leer alguna cosa o, incluso, escribir. Recuerdo que en aquellos días medité en extraño estado de ánimo sobre La condición postmoderna de Lyotard. Me enfrenté a la idea del fin de los grandes relatos mirando el teclado de mi centralita, ubicados, ella y yo,  en la frontera entre dos universos muy poco amables: el interior y el exterior del sistema.  En el límite sentí, hermanado con la máquina, casi un híbrido,  la amabilidad de las cosas cuando todo tiene lugar al otro lado.

 Mi centralita era un artefacto rectangular con teclas numéricas cuadradas y grandes. Todo el aparato me parecía consistente, con su carcasa de duro metal pintado en un decoroso marrón mierda y sus estructuras de plástico reforzado. En la parte superior había una pantalla en la que, creo recordar, podían verse hasta dos líneas de signos numéricos. Esta pantalla me informaba de quién me estaba llamando desde el interior o exponía en color rojo el número que yo marcaba. En un lado de la máquina, cada extensión o departamento era  representado por una lucecita que solo tenía dos posiciones, encendida o apagada. Ese punto rojo  me decía si estaba disponible o no el habitáculo que buscaban las voces.

 Mi centralita era una tecnología muy a la escala humana.

 De igual modo  que, en ocasiones, fantaseo con  la posibilidad perdida de haber sido un joven seductor y haber ligado con docenas de mujeres y, en un mismo movimiento, haberme enamorado de un buen puñado de ellas,  o con todos los viajes que no he podido hacer,  mi mente desbarra y se representa un mundo paralelo en el que el oficio de telefonista fuera aún el mío en este momento. Dejando en su contingencia otras farándulas que he intentado conseguir y, a veces he conseguido, como familia, propiedad y salario, las cosas podrían ser  mucho más amables si me  hubiera asentado en aquel trabajo en el que, a cien metros por encima del mundo, ponía en comunicación a las personas. Supongo que hubiera sido feliz como suele suceder siempre que reescribirmos el pasado y nos vemos, tan reales, siendo jóvenes que seducen a decenas de mujeres, se enamoran de un puñado de ellas y, cuando las cosas se tuercen, se van a trabajar a una centralita telefónica  en la que, con amable sonrisa, ponemos en contacto a unos seres humanos con otros.  Esta tontería me parece deliciosa.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mandela vs Madiva



El presidente Obama, junto al primer ministro británico, David Cameron, se han una foto con la jefa del Gobierno danés, Helle Thorning, en presencia de Michelle Obama.
 ROBERTO SCHMIDT (AFP), en EL País



la extrañeza de la muerte en  un  formato extraño 
extraño funeral africano televisado
(y ya se sabe que televisar es como añadir 
mayonesa sin excepción a todos los platos).



Quizás se ponga de moda en el mundo

Todos lo decimos en la previa de la muerte:

                                         en mi funeral no quiero sino fiesta.

Luego no se sabe si en verdad algo pensamos
o pensamos que mejor callamos
o callamos sin más y dejamos
hacer sin pensar que pensamos



Huxley en el mundo feliz  hablaba del festejo en la muerte y, más acá, en  la misma agonía




No sé si en el funeral africano

encontramos sospechas de hipocresía internacional 

 y  bla bla cínico

y no seré yo el que con el dedo occidental juzgue 

a Charlize Theron
a Bono
a Castro
a Rajoy
( cómo aplicará su teoría de la Gente Normal en un  funeral tan cantado y bailado)
a Sarko
a Mandatario Anónimo


La alegría  y el baile aún sorprenden
en funeral pero poco


Thorning, Cameron y Obama se hacen una foto con el dispositivo móvil.

Es el mismo gesto de posado universal
gesto- festival
el gesto- fiesta retratada
gesto-gesto
que luego será mostrado
dando fe de lo que es inminente


 Ahora no me pidan opinión sobre el difunto. Queden las fotos
y mi simpatía


martes, 10 de diciembre de 2013



  La cajita blogger me ha dicho que hay un error en mi escritura antes de que comenzara a escribir. El mensaje apareció arriba y se reflejó inconsciente en el espacio en blanco, mostrando que, en la escritura tecnológicamente mediada,  no hay  espacio realmente vacío.  Luego el mensaje desapareció. No sé si esta ausencia del aviso se justifica  porque el fallo ha sido eliminado o porque aquello fue un error de diagnóstico. O quizás la cajita blogger solo advierte una vez y no da segundas oportunidades. Más tarde, cuando publiques el resultado de tu meditación, se mostrarán las consecuencias de tu mala praxis bajo la forma de letras de tamaños dispares o subrayados no buscados o frases recortadas. Lo peor es si tu fallo no encuentra expresión una vez publicada la entrada. En el código html o en un nivel más profundo seguirá existiendo el error. Quizás tus palabras se amputen en un futuro no muy lejano y, en el fondo de las pupilas del sistema blogger, qué sé yo en qué extraña criatura se convertirán.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Aventuras de albedo en la Snowball Earth




Al invierno, para que pase


Hace muchos millones de años en el ecuador terrestre se besaron dos inmensas capas de hielo. Consumaban así un matrimonio hacía ya tiempo ajustado en cifra y hora. Dicen algunos que con la conquista por parte de la masa glaciar del paralelo 29, más o menos a la altura de Nueva Orleans,  la suerte estaba echada. Habitaba allí un punto crítico.  La Tierra se convirtió en una bola de nieve y  algunos de los sabios de entonces creyeron que las condiciones para la vida estaban ya, definitivamente, perdidas. Ahora sabemos que la cosa no fue así y que los volcanes y el dióxido de carbono ajustaron feroces cuentas con la glaciación. Como en tantas otras ocasiones, los puntos de no retorno se mostraron como engañifa. Pero en aquella época, con las grandes masas de hielo uniéndose en el centro del continente africano, nadie daba un duro por la vida futura. Nadie quiso poner la mano en el fuego por mi ni por todos mis compañeros. Pretender salvar a la princesa futura era deseo imposible.

 La Tierra helada consiguió alcanzar el récord de albedo. Nunca como entonces las radiaciones solares fueron reflejadas con tanta furia. Visto desde el exterior el planeta debía de brillar como una bola de navidad que todo lo vomitaba. No hay en las crónicas ninguna otra época que, como aquella, rechazara  con tanta energía el sensual placer del calor solar en la piel. Para las cohortes siderales,  la Tierra era ejemplo paradigmático del amante desdeñoso.

 Cuando se abrieron los primeros canales y el océano asomó su cara de pequeño delincuente, en la frontera entre el hielo y el agua se dieron la mano los extremos.  Los que aquello quisieron ver, que no eran muchos, asistieron maravillados al combate entre el espacio con más albedo, el hielo polar y su ochenta y seis por ciento, y la masa marina, con su escaso diez sobre cien. El agua se emborrachaba de sol y erosionaba la Alaska ecuatorial.

 Dicen que en el fondo del mar estaban nuestros abuelos bacterianos y que de aquellos solares polvos feroces del océano en las costas del glaciar infinito,  acabamos saliendo nosotros. La prueba es que seguimos chupando sol en el límite del miedo al gran hielo.  Seguimos temiendo la glaciación que el invierno anuncia y las celebraciones parece que, en el mejor de los casos, conjugan con papel de colorines.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Un long suicide acide





Quand tout est gris
La peine est mon amie
Un long suicide acide
Je t'aime mélancolie
Sentiment qui
Me mène à l'infini
Mélange du pire. de mon désir,
Je t'aime mélancolie
(Mylène  Farmer)

JUDITH
Puedes maravillarte
ante este amanecer,
ante esta claridad paradisíaca.
Tenemos que abrir todas las puertas.
Y por ellas pasará el aire saludable.
¡Todas las puertas han de estar
abiertas, abiertas!


BARBAZUL
Ignoras, Judith,
lo que hay al otro lado


JUDITH
¡Dame las llaves
de las demás puertas!
He de franquearlas todas.
¡Tenemos que abrirlas todas,
abramos todas las puertas!


BARBAZUL
¿Por qué Judith?

JUDITH
Porque te amo.


BARBAZUL
¡Mi castillo se estremece!
Puedes abrir las puertas.

(Béla Bartók: El Castillo del Conde Barbazul)

*******

 Miro a mi alrededor y solo encuentro las siete puertas cerradas del castillo de Barbazul.

Sé que detrás de sus cerraduras se esconden delicias y otras oscuridades. Sin embargo, como siempre, prefiero contemplarlo todo desde la cama. Encerrado en mi habitación,  acolchada por la moralidad y otros hábitos creados hace ya tanto tiempo que he olvidado su origen, a todas luces extraterrestre, me niego a ventilar las estancias.

 Cancelado el entramado teórico por una hiper-intuición oscura nacida de la hipoxia.

Pienso dentro de un estado de ánimo alterado por la grisalla y otras atmósferas ralas. Eso debe significar, desde cualquier lógica, que mi pensar es erróneo y que me he pasado en la solarización. Por eso la respuesta es cerrar un poco más la ventana a la luz, amputar el diafragma y, de paso, no ver sus rostros de comadreja, de zorro, de hurón desprevenido.

 Los textos de otros dicen casi todo lo poco que hay que decir.

*****

"La mujer me explicó que el anciano estaba impedido y no podía levantarse de allí, La montaña de papel estaba formada por cartas procedentes de todos los puntos del país, en las que se indicaban remedios contra la parálisis. Las cajitas contenían medicamentos. Y es que el anciano solía pedir a todos los viajeros que cruzaban el paso los remedios que conocieran para curar su mal. Leía también atentamente todos los anuncios de medicinas que aparecían en los periódicos y se hacía enviar todos los preparados de que tenía noticia. Nunca tiraba una carta ni un paquete, sino que iba amontonándolos a su lado y vivía con ellos, sin dejar de contemplarlos. De  manera que, con los años, había levantado un verdadero parapeto de papel viejo" 
(Yasunari  Kawabata: La bailarina de Izu)

*****

Resisto al mundo negándome a sus alegrías.
Parapetado en el castillo de papel, las siete puertas almacenan cartas y cajitas de fármacos psicotrópicos, cicuta y cianuro, química robada a los ejecutados por la inyección letal.

 Todo en mi cerebro.

Gratis

martes, 5 de noviembre de 2013

Luis y Cernuda (1902-1963)

"El susurro del agua alimentando,
con su música insomne en el silencio,
los sueños que la vida aún no corrompe,
el futuro que espera como página en blanco"

(Luis Cernuda: Tierra Nativa)

   Bien pudiera ser la noche o el amanecer. Gira en ambos momentos el silencio su rueda de dientes insomnes, colmillos y muelas  como de  zombi aturdido por esa momentánea tranquilidad de muerte nocturna. Ya, ya sé que es falso el sosiego y la apariencia hace honor a su nombre. Pero deja el que se abre a la escucha,  a eso de las 3:30 a.m., que rule la fantasía y que solo el susurro del agua comparta con él este inesperado despertar.  Con los ojos cerrados y el tacto follándose otras pieles en el calor de las sábanas, soy todo oídos. Yo me pregunto siempre, antes del abordaje del día bajo la forma de poner un pie en el suelo, si ya habrá llegado la hora. Por eso escucho antes un buen rato, buscando indicios sonoros. Espero una señal ajena a todas las melodías, como si no fuera decisión mía dejar marcadas las sábanas por el peso de mi cuerpo. Como si no fuera mía la decisión, me repito, y gozo de que sea otro el que trace la senda.  Es esta ilusión de futuro o, nunca se sabe,  este realmente nos espera como página en blanco y nos despierta, nos saca de la cama, nos mueve de aquí para allá en la casa e incita a hacer esto o lo otro. Duende loco ese futuro en el que uno siempre ha sentido su patria. Allí encuentran acomodo algunas maravillas. Por ejemplo habita la princesa esos sueños que la vida aún no corrompe, como dice el otro Luis.  Pero uno se hace viejo de tanto despertarse antes de tiempo y el futuro, cuando uno se da cuenta,  es ya mujer madura en las que cristalizan las sombras de la memoria de aquello que se quiso o supo luz aunque acabara pronto su destello. Queda el sueño  como esquirla de la bomba que explotó ayer y en otro sitio. El sueño de pasado, el sueño de futuro. ¿Por qué llamar con la misma palabra a dos puertas tan dispares? Brilla en el ayer la decepción inevitable de la especie corrupta, el deseo que pronto se acaba y deja una estela de tristeza (bien que dulce). No brilla ni luce, por contra, el futuro. Solo nos espera allí en frente, como un camello a su yonqui. Se mantiene a la escucha para que yo, por la mañana, opte por levantarme dispuesto a dejarme penetrar por el día.

 Al menos así yo me lo represento a partir de un poema de Luis Cernuda
 (Yo soy mayor que su muerte)

jueves, 31 de octubre de 2013

Insomnio en el mundo tres de Karl Popper

 Franz Marc


 El insomnio de las palabras que nunca se dijeron  habita en el más discreto de los cajones de la teoría.

Y no se dijeron muchas palabras: aquellas que no eran de recibo ni procedían, las palabras impropias y esas otras que nos hubieran avergonzado para siempre de haber sido pronunciadas. No se dijeron las palabras feas, ni el innumerable ejército de las que convertían un verso que debía ser endecasílabo en un mísero ente de doce o diez sílabas

Las palabras que, según informe de todos, iban a herir a alguien,  también se fueron a la sombra.

No se susurraron ni gritaron las palabras lujuriosas porque no era el momento o el contexto o qué sé yo.

No se dijo para ni venga ni sí ni no ni pero ni no obstante ni solo a ratos.

¿Nadie pronunció en aquel momento el sigue ni el ni se te ocurra seguir? No, ni él ni ella ni nadie.

Todas las palabras que no escribo se convierten en tigre en el insomnio.

Las palabras que nunca se dijeron habitan en los cajones de la teoría bajo la forma de insomnio. No sé por qué  están allí,  ni si hay intención segunda en el encuentro. Me miran a los ojos y nada me dicen. Ni siquiera se quejan por no haber sido dichas.  Se han convertido en animales sabios que exudan vapor y la amenaza del ataque.  Son mudas. Peligrosas. Salvíficas.


martes, 22 de octubre de 2013

Tristeza o, quizás, melancolía




melancolía.

(Del lat. melancholĭa, y este del gr. μελαγχολία, bilis negra).

1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.

2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.

3. f. ant. Bilis negra o atrabilis.




Medito como quien sobrevuela el quehacer cotidiano buscando un espacio para aterrizar.

Busco a la princesa del cuento para que me ayude a balizar la pista pero ¡ ay! ¡ nos vemos tan poco!.

Por eso me entrego al maestro. Platón, por supuesto.

*

Medito como sucedáneo, suplente, metadona. Medito en un punto en el que la admiración o el amor o el horror me quedan a la mano

(en un sueño me vi manco)

*
Agota estar siempre en las alturas.  Desde mi aeronave platónica busco en los jardines de un suburbio un lugar adecuado para tomar tierra. Pero necesito el balizamiento. Marcas como tatuaje de luz en el espacio. Eso solo me lo puedes dar tú.

*

Me pregunto, y no es por hacer tiempo, si en el contexto platónico del Mundo de las Ideas cabe hablar de la la existencia de una "idea de Tristeza".  Las Ideas son esos artefactos que habitan el cielo filosófico de la comprensión y que, según el maestro griego, una vez visitadas no solo te ofrecen una clara percepción de las cosas (quizás "clara" no sea realmente término fino para el caso) sino que, a la postre, impiden que se actúe, tanto en los asuntos privados como en los públicos, en conflicto con esas Ideas. Quien conoce la idea de Bien, no puede ya actuar mal (etcétera).

 Es fuerte la tentación.

*

No sé si el maestro admitiría una idea de Tristeza. Lo eterno de la tristeza, ese núcleo común  y universal que une las particularísimas tristezas que todos habitamos. Allí, en su cercanía, comprenderíamos el sentido final de por qué merece la pena vivir en ese estado. Crearíamos la comunidad de los tristes.

No sé, si en su afán  a veces tramposo, Platón tendería a definir la tristeza en términos negativos (la tristeza es la ausencia de...). Quizás desearía  dejar claro que ella allí no está ni se la espera. Sin embargo, la definición de tristeza en el orden de lo negativo me plantea el problema de encontrar el positivo del que la tristeza es ausencia (¿la alegría?¿la plenitud?¿la vitalidad?). Y, sobre todo, creo que definir en negativo una cosa tan importante en la historia de la intimidad como es la tristeza,  es una solemne tontería. Desfigura la peculiaridad de ese estado, de-construye sin verdadera necesidad (no hay urgencias)  una plataforma de emplazamiento del mundo que, además de común, creo que aporta interesantes matices de lo real.

...esas definiciones en ausencia son crueles. Como un entierro sin cuerpo  o su cenotafio. O la casi certeza de que nunca dormiremos juntos en una isla del Índico. .

Apostemos, pues, por la   Tristeza como  idea del cosmos platónico.  Asumamos  la curiosa paradoja de que es en el interior de nuestra intimidad triste donde encontramos aquello que nos une a los humanos en un sitio desde el que atendemos al mundo. Allí violentemos a la tristeza  porque quizás allí habita la primera piedra de la comunidad imposible.  Si, como decía Borges, lo que nos une  no es el amor sino el espanto, giremos la manilla del biplano noventa grados y aterricemos en los campos de Tristeza, esa pista balizada  donde comprendemos como es ella: un  punto singular en el que se cruza lo más íntimo y lo más universal.

Nada mejor que la tristeza para hundir el maldito yo y abrir la pista número 26 para que aterricen los otros.

*

 Ahora bien: la simbolización y el cifrado de la Tristeza, en el esquema del platonismo que aquí sigo, no puede ser ajena a la comprensión experiencial de aquello que se conoce. Comprender la tristeza es vivir en ella y desde ella,  entrar en el proceso de conocimiento y  proyectar el famoso eros, la emotividad del que exige la simpatía, el encuentro vivencial.


   Pero, grita el otro,  ¿todo esto implica que la comprensión de la tristeza nos llevará inexorablemente a la  depresión? Y ese hundimiento ¿no nos volverá del todo impotentes para crear esa sociedad buscada?

No. Es la depresión otra cosa. Es un constructo de las sombras, de la sociedad (mal) ficcionada. Es la depresión un ser sin monstruos en el que ni tú ni nadie puede matarlos por mi.

*

Ojos y almas tristes. Si es verdad la dialéctica, la  ciudad al otro lado del espejo en el que se refleja la tristeza es la alegría del encuentro, la complicidad en la que se asume la infinita soledad del triste como espacio común de la comunidad imposible en la que habitaremos según dicta una vieja promesa.

*

Cierro la meditación. Caigo en la cuenta de que no sé que es la tristeza aunque sé que me habita desde siempre. Tampoco tengo exactamente consecuencias políticas de todo esto (que la política era el objetivo último del viejo filósofo y no vamos a traicionarlo).

Sé que la amo como se ama a una desconocida que está ahí, a mi lado, contándome historias, contándose nuestra historia.

jueves, 17 de octubre de 2013

Day little heroes. Weatherscocks day









Todas las versiones

encuentran sitio en mi mesa


No quiero que lleves de mi

nada que no te marque.


(Jorge Drexler)


  Podría escribir lo que quisieras. Solo señala unas palabras y, como en un juego escolar, yo connotaré el mundo. Lo marcaré con líneas y planos que así, dicen,  hacen los amantes en los cuerpos que aman.  Ya estoy capacitado para proyectar el itinerario de la mano a través de la piel y el aliento. Según la promesa, debe la andadura extenderse todo una existencia ( y más tarde debatiremos qué hacer con la próxima).

Yo puedo hacer eso, solo dame unas palabras. Soy el gallo del buen tiempo.

Con suerte,  la criatura no nos saldrá del todo tarada y, si lo hace, podemos  siempre devorar sus partes más tiernas o lanzarla  a los perros o dejar su huella en el pudridero. Nada de eso es cruel porque no hay crueldad en la atmósfera que crea el aire caliente de tu boca.

Con las palabras que tú me ofrezcas, yo connotaré mundos por ti sin miedo al riesgo. Sugiere palabras porque no es cobardía ni maldad  lo que tanta exaltación de los significados nos provoca en el vientre. Es otra cosa.  Soy mercenario y, con tus palabras, el horizonte se llena de versiones.

.... y en esa selva interpretativa, no te extrañe que sea tan veleta. No lo censures.  Por cierto, es decir veleta e imaginarme gallo metálico, silueta de óxido en el viento, ternura del ave que mira en círculo, atenta literalmente a los alrededores. No sé quién debe decidir si esa versión de mi - qué soberbia usar el "mi" - es lo propio, lo impropio o lo tolerado con risa sardónica. Sobrevolar y falsar las versiones para trazar un mapa de lo bueno y lo malo que todo lo simplifique,  es la tarea menos grata del asunto y yo la rechazo. Quién tendrá la fuerza para negarme que soy  el rey de la cima del tejado. Quién definirá si el amor  que se apuesta para tan largo tiempo no es risa contenida.

  Hay que mirar muchas cosas, dice el gallo-veleta. Redescribir  toca los caminos de cabras en pistas de aterrizaje bien balizadas. Redescribir enamorados locos en princesas. En la aventura de las connotaciones, convertida la experiencia en un oráculo parlanchín hábil en múltiples idiomas, debemos trazar caminos en muchas frondas, convertir el bosque en jardín botánico o santuario de dioses invisibles, en el reino de fantasmas abrumados por sus secretos como tumbas o, quizás, en el escenario de una pasión en la que los héroes de Bowie se relatan una tarde de amor

I, I will be king
And you, you will be queen
Though nothing will drive them away
We can be Heroes, just for one day
We can be us, just for one day

Esos frágiles y blindados emocionales, pequeños héroes de adolescencia, recorren las frías calles para encontrar el sitio perfecto, mutando por su pasión de aventura el callejón sucio en entorno de palacio.
Pueden ellos decir me gustas, te deseo, te quiero,en el orden combinatorio que deseen, mezclando el aliento cálido de sus bocas. Ellos.

  Y transformar el bosque en cama,  mirando el mar, previsiblemente el Índico,  en todas las versiones.


*


Así de veleta. A los quince o a los diecisiete años. Y suma y sigue hasta llegar al anclaje cronológico que quieras.

Solo dame unas palabras



viernes, 11 de octubre de 2013

Violeta se fue a los cielos (2011)




Violeta Parra


".. el tema es el amor, 
el amor que no siempre construye
que casi siempre destruye 
y mata
(Violeta se fue a los cielos, Andrés Wood 2011)


Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo 

es como descifrar signos 
sin ser sabio competente 


volver a ser de repente 
tan frágil como un segundo 

volver a sentir profundo 
como un niño frente a Dios

(Violeta Parra: Volver a los diecisiete) 




  Empédocles, que ya en vida alcanzó fama de sabio e inmortal, quizás se vio forzado por su propia nombre y las exigencias del público ya constituido. Motivado el sabio por esa violencia del que promete escuchar y que hace temblar el necesario rigor del pensamiento, habló del amor y la discordia como fuerzas cósmicas que tejen, con el cuidado de toda neurastenia que se precie,  las tramas de la historia. Una duplicación a todas luces inútil porque el amor se sobra y se basta para destrozar todos los caminos y dejar claro que es tan precario el toldo que nos cubre como el jugo que queremos sacar a nuestro amante apresándolo en la cama.

Y también Platón  inventa y rescata a la  materia como para simular oposición al eros divino que, el muy puto, quiere solo mostrar la faz del sonriente y musculado héroe de la dialéctica, constructor de palacios y academias, del Estado y la belleza. ¡¡ Oponer el amor a la materia !!  No era necesaria la jugada y esa exuberancia no sienta bien al manjar filosófico,  que  siempre debe ser lo más parecido a una corteza de queso regada por la última gota de un vino que ha emborrachado a otros. Tuvo la materia que cargar con la culpa y enmascarar que  Eros derrumba todas las pequeñas cosas en su ascenso a la luz que promete y que, todos los sabemos, acabará cegándonos.  Exige superar la belleza de las cosas e incluso su ternura en un siempre más allá circense, más difícil todavía. Todo lo explosiona el amor. Deja cascotes el amor. Y el sabio que nos quiere librar de la visión de tanto desgarro en el lienzo, nos trae a la materia como víctima de paja.

Freud cedió en su firmeza austriaca y al eros le añadió la sombra de tánatos. No soportaba que el amor lo fuera también a la patria.

Gusta al amor ocultarse.


 Y tantos otros o casi todos lo mismo

Parece que los pensadores debieron construirse nuevos párpados para cerrar el primitivo ojo, la mirada  abierta al trabajo y la búsqueda de los últimos testigos. El ojo que desentrañaba sin necesidad de la cobertura de un párpado, tan fuerte que no necesitaba  que cada pocos segundos se borra el exceso de luz, ese ojo al parecer era solo del visionario que se queda sin palabras, calla mirando la uralita del mísero refugio y se ubica en el limes del desierto.

Por eso olvidaron que el amor es la gran fuerza destructora

Por eso se inventaron a su sombra.

Para ganarse un aplauso

Para que el dolor del ojo enrojecido por el viento parara de una vez y no nos hiciera, en este renuncio, cobardes.

Antes tontos

Prometiendo un amor que construye un nuevo futuro si y solo si lo preservamos, delicado le decimos ahora,  cosa tonta para hablar con un dios idiota y blando...

Inventamos esa fuerza entrometida de la discordia para ocultar los crímenes

 Y la tememos étcetera.

Oh, filósofos y poetas, qué mentirosos al no reconocer que nos ha vencido el desierto.

El amor ríe en lo alto de los cielos. Destruye y, adorarlo, ahora es maldecir.


martes, 8 de octubre de 2013

el último elvis (Armando Bo, 2012)





    "El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en él como eslabón inter­medio algo que podemos señalar como sistema "sim­bólico". Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás anima­les el hombre no sólo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así, en una nueva dimensión de la realidad (Ernst Cassirer: Antropología Filosófica)


  Es difícil ser el Rey cuando se vive en la mugre y la casa o la patria o el mundo se desploma. Pero, a la postre, supongo que hay cosas más difíciles. También puedo aceptar que, para muchos de ustedes,  sea una evidencia que  hay que ser un poco caradura - o directamente hijo puta - para malgastar los muy escasos bienes monetarios en  pillar avión, hotel y pack todo incluido para visitar Graceland,  mientras tu  hija y su madre hacen equilibrios para llegar al final de mes siendo, como son, criaturas razonables, austeras y buenas sin ser idiotas.  Ser Elvis en Argentina, como nos propone Armando Bo en su película, no es fácil y, aunque uno espera que existan otras sendas posibles para salir del pantano, sin embargo es modelo lindo y digno a su manera un poco épica. 

 Quizás sea la única salida para los desvalidos.

 Hay personas que solo viven, en el sentido ético de la palabra, si actúan y convierten el show en el eje de sus existencias. Cualquier atisbo de autenticidad  rasgaría las venas porque, no lo duden, hay autenticidades que hieden y solo en la ficción se redimen. Dice Elvis en la película que algunas  personas  nacen con un don y, como el amor de San Agustín, ese don justifica las actuaciones y las llena de peso épico, lírico y ontológico.

 Hay personas que no tienen don. Por eso, si se tiene, es brutalmente indecente no tratar de obedecer a la llamada. Por amor a los no favorecidos.

 El don,  en el caso del que hablamos, es la voz y la palabra de un avatar de Elvis que a punto está de alcanzar los cuarenta y dos años, edad juvenil casi para el que no sabe mirar,  aunque nosotros, más listos,  sabemos ahora que es terminal. Y en la película, antes de que la escena del cumpleaños nos revele el momento, ya sabemos que el protagonista está a punto para la metamorfosis final, el último concierto, el que le llevará a convertirse en un padre y marido un poco más ejemplar a los ojos de todos o , si esa no es la senda, la mutación nos llevará al destino... el absurdo 

 El don eleva la cultura popular industrial que, de suyo, hace cuerpo y monta la alienación en el mundo de la vida, a un rango que la convierte en artefacto de liberación. El último Elvis real, allá en Las Vegas, sudando barbitúricos y anfetaminas, nos muestra la inminencia cínica del final de la rebeldía. La voz se había convertido en la cáscara de cartón piedra ....

We are the hollow men

We are the stuffed men

Nuestro Elvis argentino es, por contra,  cambio cualitativo y  punto de fuga. El pop  - ¿aquí sí cultura del pueblo, aquí sí de veras popular? - entra como "eslabón simbólico" que todo lo interpreta de un nuevo modo, ofreciendo la dignidad de ser Elvis a un  tal Carlos Gutiérrez, nombre que el protagonista de la película dice bajo y oculta del mismo modo que un transexual  susurraría ante el policía que le pide filiación que es Manolo o Antonio. El don nos ofrece destino aunque exige brutales sacrificios. Pero hay contrapartidas. La hija de nuestro Elvis asume el don de su papá. El sandwich de mantequilla de cacahuete con plátano, la santa hostia en el templo Presleyteriano, que ofrece Elvis a  la niña, convierte a esta en la mismísima Lisa Marie Presley.

La niña, sentencia el padre, también  tiene don. Y, por eso, comprende el destino de su padre bajo la forma de conocimiento directo, la intuición intelectual platónica, el temblor ante el Arquetipo.Allí donde las princesas comprenden el tremendo poder de las canciones.





 La película de Armando Bo ofrece una textura, tanto en la imagen como en la narración, de suave granulado, como si pudiéramos colocarnos unas gafas de ternura para contemplar la realidad de los hospitales, las agencias de empleo, las verbenas de barrio y los asilos, las casas que necesitan reforma y las carencias. Más aún, casi sin ser conscientes, el atrezzo de la película  nos deja colgados en 1977. Nada más miren las viejas lavadoras,  el coche, el televisor, la decoración de los espacios. La película puede que esté "datada" en el hoy pero el mundo que abre consigue colarnos el eslabón simbólico del día en que murió Elvis.

Poseídos por el don, sabemos que hay otras opciones pero, entre todas ellas, aparece la de no tener otra opción que cumplir con el propio destino cuando uno ha tenido que entregarse a él para salvar la dignidad.

Por lo demás, supongo que es indiferente vivir en el 2013 o en 1977.

En 1977 yo tenía quince años.

Y en muchos sentidos, allí habito. Simbólica y realmente, allí habito.

 Soy el último algo... que ahora no recuerdo. O tal vez no tenga ningún don y sea solo veleta oscilante.

Y, como el protagonista de El último Elvis, yo quisiera que mi don, si lo tengo, pueda servir para cubrir con una manta suave los hombros de la reina Priscilla y la princesa Lisa Marie.

Tampoco es mal destino poder arropar a la princesa.



(Todas las imágenes de "El último Elvis" de Armando Bo)



jueves, 3 de octubre de 2013

Extrañeza



 Sin duda estética y moralmente equivocados en lo que respecta a mi caso, los amigos de la revista KOKORO han tenido a bien publicar un texto parido por mi torpe cabeza. Titulé la cosa Hacia una meditación de la extrañeza y no me pregunten por la tesis o me pidan un abstract.   Me conformo con  que se perdone el estilo y, si ofenden, también las ideas que pudieran escucharse en el casi imposible caso de que se cayera en la tentación de su lectura.

    El agradecimiento del bien nacido sea, por orden, lo que salga de mi boca en primer lugar, dirigido a  todo el equipo de la revista y, en especial, al siempre bien aparecido Stalker.

  No puedo menos, en segunda encomienda, que  llevar al lector al ÍNDICE de lo que es ya el número cinco de la aventura Kokoro,  para que allí deguste con la vista el hermoso sucederse de los enunciados que se abren, con un ligero golpe de ratón, y explotan en poemas, ficciones y otras maneras. Parece magia aunque me dicen que es tecnología.

 Y, en tercer lugar, permitan una confidencia extraída aún caliente de las vísceras de mi alma. Hoy estaba dispuesto, en contra de lo que suele ser mi costumbre, a odiar a una franja de la humanidad con nombres y apellidos que me salió al  paso con cara de mujercita simpática y que, es ya un clásico, intentaba hacer real  aquello de que las huestes del más aburrido convencionalismo vencen a las fuerzas del mal . El anuncio de la publicación de la revista,  a través del correo de Antonio vs Stalker,  me libera de la enojosa tarea de tener que escupir sobre sus tumbas de narices puntiagudas y mancharme las manos en su mierda. La espiritualidad de Kokoro me ha liberado de la necesidad de caer en el mal gusto. Acepto estar en el lado oscuro pero dios me libere de eso otro.  Hágase en mi según su animal palabra, espíritu Kokoro...



martes, 1 de octubre de 2013

recorriendo el dial con un aguja oxidada

Cindy Sherman

 "  Y la abogacía es una profesión que te enseña que la vida consiste , fundamentalmente, en adaptarse, en ser dúctil, en resignarse, en aceptar hechos que ocurren fuera de nuestro control y que quizás nunca tuvimos la intención de controlar. De modo que cuando sentimos la tentación de rebelarnos.... intento convencerme de nuevo de que lo mejor es buscar alguna válvula de escape y de que esa cólera es puramente subjetiva y no hay manera de obtener ninguna compensación. Por mucho que la ansiemos. Se podría considerar que la vida no es, prácticamente, otra cosa  que el deseo de lograr una compensación. Siendo como soy, hijo y nieto de abogados, lo sé. Y también sé que no debo esperarla" (Richard Ford:Resignación en Pecados sin cuento)

****

  Si fuera una ciudad podría llamarme Luisiana o, con un toque más teutón, Ludwigburg. Que los nombres ya estén pillados nada importa porque no quiero hablar de la historia de dos ciudades sino, como viene siendo habitual, de ese ente de ficción tan cercano y extraño al que podemos llamar el Yo Mismo.

 Yo mismo como ciudad.

Después del terremoto de Lisboa.

****

Gracias, princesa.


****

He soñado que un conocido me explicaba una operación quirúrgica que tendría lugar, Dios mediante,  por el recto. Luego, en el insomnio, he pensado en las formas de entrar dentro del cuerpo sin joderlo, sin rasgar la piel o estropear algún sensor. Y he visto senderos a través de la nariz, la boca, el ano,  la uretra y la vagina. Llegar adentro a través de los límites del globo ocular también es técnicamente posible aunque me produce grima y me recuerda las viejas técnicas de lobotomización. No sé si se puede entrar dentro (mecánicamente) a través del oído o si se habrán ya creado técnicas de nanotecnología que permitan acceder al interior por, digamos, los poros de la piel, los canales de la red nerviosa del tacto.

 Hay tantas formas de entrar dentro que el interior, eso que a veces se llama intimidad y, a veces, tripas y vísceras,  se expone en el afuera, primero como pieza rara de museo y, más tarde, como un habitual.

****

Pienso desde hace dos días en la idea  de "compensación". Y creo que, inmaduro moral como soy, siempre me he portado más o menos bien porque esperaba esa compensación que llegaría bajo la forma de libertad, placer, conversación, creatividad, reconocimiento cósmico, segunda residencia o amor de los hijos. La verdad es que esperaba una compensación por cumplir con mi parte del pacto  aunque realmente:

1.- Nunca hubo pacto alguno entre el mundo y yo (o entre Dios y yo).
2.- No tengo ni idea de la compensación que me hubiere tocado en el caso en que el pacto existiera de veras. Tampoco sé lo que, sencillamente, yo esperaba. Por eso, pudiera ser perfectamente posible que ya hubiera recibido el óbolo sin darme cuenta. En ese caso, desde luego, aconsejaría que nadie espere nada de las compensaciones. No compensan.

****

 ¿Se puede ser más tonto que el personaje que describo en el anterior apunte? Sí, habida cuenta de que sigo esperando el premio de consolación bajo la forma de encuentro milagroso.

****

¿Por qué no duermo más?

 Para venir aquí y ver la pantalla en el silencio de la noche.

Nunca me preguntó Platón si realmente deseaba salir de la caverna.







lunes, 23 de septiembre de 2013

transparencia



Unknown


Cuanto más espontánea y transparente es nuestra experiencia, más regulada está por la red invisible que controlan organismos públicos y grandes empresas con sus secretos intereses.(Slavoj Zizek: Defendernos del control digital. El País , 19/09/2013).

 Son las 06:14 del lunes 23 de septiembre de 2013. Es de noche y, desde la ventana, observo tres puntos de luz blanca que señalan la carretera que sube al Castillo, y una  luz roja  que se ubica en una antena o algo por el estilo. Me duele la espalda en el lado izquierdo y un mosquito naranja  da vueltas en torno a la luz de la pequeña lámpara. Además del ruido mecánico del ordenador al ser golpeado por mis dedos y el murmullo como de mar de fondo del utillaje electrónico del Toshiba,  los únicos sonidos que percibo son los que hace mi cuerpo al moverse inquieto en su asiento y raspar, con las zapatillas, el suelo. Si me concentrara podría intuir nuevos agentes.  Tiendo a oír pisadas en la parte de arriba de mi casa aunque, al vivir en el último piso, considero que no pueden ser sino distorsiones o ubicaciones coloniales auditivas de sonidos inferiores en lo alto. Los diversos ruiditos son pronto interpretados  para que adquiera el conjunto un aire de familiaridad.

 No dejo - o no dejan -  fluir ni el pensamiento ni la conciencia. Podría decir que hay en mi pecho puñales que desgarran el alma. Como metáfora es un déjà vu y, en el mundo de las metáforas,  no hay peor cosa que volverse un lugar común. Aunque deberíamos matizar esta idea porque hay una verdad en su contrario.  Son curiosas las metáforas, o las imágenes en general, a este respecto. Por un lado, pretenden ofrecer intuiciones maravillosas para fecundar el pensamiento, las emociones y la siempre precaria integración de los individuos en la comunidad. Sin embargo, por otro lado, tienden a cristalizarse o fosilizarse a una velocidad violenta y, al hacerlo, nos dejan insatisfechos, decepcionados. Como si de su calma y quietud cognitiva inicial, brotara la fuerza destructora que dice así no, así no. Pero no hacemos caso de su sagrada violencia y las mantenemos, capturada por las redes de lo público, las compañías y los artefactos de control mental. Se apoderan de mi amor a la par que de los cuchillos metafóricos impidiendo que sean vistos, como debieran, como cuchillos de veras. Comprendemos una imagen y nos mata (simbólicamente). 

 Yo entiendo que la metáfora del cuchillo que desgarra el alma a la altura del pecho genera una quietud filosófica muy poco duradera. Y que es menester someter a la lengua a mil centrifugados para sacar a la luz otros ensueños de comprensión. ¿Es esto oscurecer la experiencia?¿Debemos oscurecer la experiencia para, a través del tacto, descubrir las nuevas imágenes? ¿Debemos tocar la llaga del costado de Cristo y desconfiar de la imagen visual del resucitado? Chupar, besar, palpar, raspar, frotar....

 Las metáforas comunes sirven de base a los protocolos de actuación de las instituciones que, es obvio, no trabajan en el nivel de los grandes abstractos aunque, muchas veces,  parezca que hacen metafísica --- una metafísica tosca, dadaísta, que surge por la combinatoria azarosa de las palabras de temporada  sobre base confitada de hilo de araña. Las imágenes que clarifican nuestra experiencia pública son las metáforas ya muertas que, los generadores de sombra del mito platónico, se encargan de maquillar para que luzcan bonitas. Véase las hermosas imágenes de las series televisivas, non plus ultra de la ontología que brota del sistema. Almas desgarradas por el cuchillo.

Creo que hay metáforas nuevas.

 No sé que hacer a las 6:38. Nada me va a a quitar el dolor de espaldas ni el mal sabor (o deshilvanado sabor) que un té verde me está causando. Me asombro de la palabra causa y su aparición en los reflejos de luz y sombra de la taza y la tetera. 

 Son las 7:04

   

jueves, 19 de septiembre de 2013

Imágenes e intimidad (Polémica ut poiesis pictura)

Luna y Bruma cerca de un punto de luz rojo
(desde mi ventana, 6:30 a.m)



 De la imprecisión de las imágenes. Todo un tópico del pensamiento.  Dice el concepto: "Es pura ebriedad suponer que algún icono plástico vale más que mil palabras. Ni se imaginen que la forma material pueda ganar al logos. Es demasiado el lastre. La imagen es ininteligible en el huevo que la ve nacer".

Creemos que este horizonte de emplazamiento de la experiencia o plataforma está superada por los tiempos. No confío. Su estela está ahí manteniendo el fuerte en las cimas de las montañas y los glaciares.

 .... en el mundo de las palabras se establece nuevas tensiones, réplicas de la inicial,  y las imágenes lingüísticas, los mitos y las metáforas, se consideraron tanto tiempo hijas casquivanas y un poco taradas de los conceptos, que la estela nos sigue acompañando en la sombra del pensar. La metáfora es la quinta columna de la destrucción del entramado de las ideas. El servicio secreto de las fuerzas salvajes del cruel Fumanchú. Peligrosos agentes infiltrados para destrozar las cosas con su exceso de significado.

Dicho así, hablar del carácter vago y diseminado de nuestras imágenes,  pudiera querer vindicar a los conceptos, en su apabullante disección, en su función de resolución de problemas. El eje de muchas terapias.

Todo así hasta que, en la sospecha,  caemos en la cuenta de que los conceptos son imágenes encriptadas o, como decía Nietzsche, momificadas. Los productos de una mente enferma o un asesino en serie. Y esta extraña conciencia combate,cuerpo a cuerpo, con bayoneta y pedrada, con la estela del rigor conceptual que aún respira en nuestras meninges como ideal y rey secreto de la escritura.


*****

 Quizás es que no se puede ver la Luna salvo entre bruma y balizada,  presa de una luz roja que dicen  facilita los peligrosos aterrizajes nocturnos.

*****


 La fragilidad de la intimidad. De mi intimidad si hiciera falta marcar posesivamente al concepto y a su amo. No me pregunten  qué entiendo por intimidad porque solo sé balbucear cosas como "eso que me duele a la altura del pecho", " aquel rincón en el que todo pasa como en otro tiempo", " lo de más adentro, en el corazón de las mentiras". Qué se yo. Cosas del amor y sus desasosiegos. Y de la templanza que sigue al sentimiento como la cola del lagarto.  Lo que ahora quiero decir es que  al hablar del carácter frágil de mi conciencia interior estoy mostrando como propia una cualidad  más adecuada al mineral o a cualquier otro objeto inerte y desalmado. Lo opuesto al alma.  Frágil es el cristal. Se rompe. ¿Se rompe también mi intimidad si quiera metafóricamente? Eso dice la imagen, asociando el ente inerte e insensible (el mineral de suyo frágil) con lo que pareciera hasta este momento el elemento más vaporoso de todos, el puro éter,  allí donde lo inerte solo deja huellas del recuerdo de una muerte futura (etcétera).

Hablar de la fragilidad de mi intimidad es unificar a los cinco elementos. El éter es pariente de la roca en este sentido.
 La fragilidad, aplicada a mi conciencia, parece que lo primero que hace es desalmarme para, acto seguido, dejar que las fuerzas que me rodean y que hasta hace poco parecían mías, se muestren como cosas exteriores, extrañas (el amor, de nuevo como ejemplo paradigmático, crea sus propios monstruos en el alma desalmada). Desalmado /desarmado, estoy a merced de todos los monstruos que, con mis conceptos, he invocados y que en su forma conceptual son inofensivos. La idea de revolución nada hace cambiar el mundo. El concepto de amor no pone cachondo ni ultrasensible. El amor sí nos rompe y, en esa versión, lo que debía convertirnos en superhombre, nos destroza. El amor es la revolución(decían).

Gozosamente (sin embargo) se rompe.

Un cristal no sangra por definición, aunque, en la lógica de las imágenes y  en su juego, el cristal sangra, como las Vírgenes de los milagros, cuando hablo de la fragilidad de mi intimidad.

 La fragilidad de la intimidad implica, así lo explica el concepto, que hay una incapacidad de responder a los estímulos del medio con esquemas y cartografías adecuadas. Una discapacidad emocional e intelectual. Si esa fragilidad de la intimidad se ha tratado de resolver con alejamiento, glaciaciones emocionales o mordida de los labios que se quieren besar, ahí se dice que la discapacidad entra en el orden de la patología. Se es una intimidad morbosa, gangrenada por el maestro de todas las ceremonias: el miedo.



(Nota a la imagen: 7:30 a.m.  La presencia de la luz solar ha hecho desaparecer a la Luna del horizonte. Queda, eso sí, la luz roja del balizamiento. Si me doy maña y tiempo podré alunizar en aquello que ya no se ve con la ayuda de esos pequeños signos que marcan pistas, sendas y caminos de cabras).



lunes, 16 de septiembre de 2013

el embrujo


Takasi Murakami


 Hoy he salido de casa y, sin necesidad siquiera de abandonar la calle en la que habito, he comprendido que el cigarrillo que empuñaba era una versión del colt que lleva el pistolero en las películas  del oeste. La ecuación cigarrillo-pistola, bastante común como saben, hasta esta mañana la consideraba simplista y como traída con alfileres  por los nuevos sacerdotes de la salud. Sin embargo hoy he comprendido su verdad. La súbita impresión se ha visto de inmediato contrastada  cuando me he encontrado con un hombre al final del  asfalto que, aun sujeto por dos vistosas muletas, no soltaba el cigarrillo y disparaba el humo en todas las direcciones,  con un vicio de los que destrozan las buenas intenciones de  una ciudad de tamaño medio. El pistolero estaba dejándose ahogar en el intento de borrar el mundo con su bang bang de humo gris. Considerándolo un peligro para la sociedad, nada peor que un tarado armado, he disparado mi cigarrillo de  humo a su persona, acompañado el gesto por un ug! como de esfuerzo. Le ha estallado el cráneo en dirección a los cuatro puntos cardinales.

 Luego, más adelante, convencido de la buena acción del día, me he sentido embargado por un embrujo oriental que me ha envuelto en un globo de color pipermín. En el embrujo del olor me he visto transportado a un jardín japonés, por lo que se ha visto cumplido mi deseo de visitar el imperio nipón. En medio de una naturaleza primaveral y rodeado de montañas, sin hablar, una bella sacerdotisa del sinto me ha conducido hasta el altar de un pequeño templo dedicado a algún kami relacionado con el viento. El viento, oreado en el país del placer, me ha alterado el equilibrio kármico o como sea que se diga en el orden de las tradiciones orientales a la dulce excitación que le cae, como la lluvia suave, a un viejo libertino que se ha acaba de descubrir en su adicción a los placeres suaves. En ese estado, al margen de la sacerdotisa, he llegado a las cercanías del altar y, allí, me he visto colocando velas devocionales, recordando a las víctimas de todas las violencias y a los que vieron negados o reprimidos los goces. El kami se me ha hecho presente y me he sentido, como nunca, unido a un Jesucristo que era Krishna, un poco en la línea de George Harrison.

 Harrison me ha dicho:

- Tienes que dejar de fumar, tío.
- Lo sé colega - he contestado - pero es que me siento como desnudo sin mi colt.
- Hay otro camino - me ha replicado George - y no te puedes erigir en señor de las condenas. No juzgues, muestra compasión y déjate llevar por el amor.
- No es fácil, tío.
- Hoy has dado un paso. No olvides que lo peor que puede pasar es que te equivoques y, eso, es el menor de los problemas cuando acepta unirse a los kamis del viento.
He vuelto a mis calles y, con el cigarrillo cubierto de rosas, he pensado que no quiero disparar a nadie. Ni quiero que nadie lo haga. Envuelto en mi globo de pipermín y con el olor de los tejos japoneses todavía reciente en mi rostro, me sentía bien. Mejor que bien, como dicen se sienten algunos privilegiados espíritus de los muertos.

 El hombre de las muletas seguía en la calle malherido por el enfisema pulmonar y, además de las muletas, le habían puesto un sistema portátil de respiración. Me ha pedido un cigarrillo y, en mi nuevo ánimo, le he ofrecido  mi último pitillo.

- Toma, hermano. Y apunta bien a los malos.

Me he dirigido a casa y, en la puerta, he cerrado mi globo color pipermín porque no siempre se puede ver el mundo con el embrujo del olor verde.

 No es triste. Los dioses están dentro y fuera del embrujo.

 Río Saja Si de la escritura restara   todas las mierdas de mi vida, la queja y la decepción frente al destino, el maldito yo en su aspect...