Algo dice que vocación o tontuna me empuja a suponer que ya allá cruzó el umbral de la puerta el más que vago exhausto deseo de ser erudito o artista o esa combinatoria de serie infinita de ambas posiciones.
Allá eran mis quince.
Ahora habita el alma en esa edad en que si se muere ya no se fraguó tragedia sino que hay solo, letal y ridículamente, pena.
Y el exhausto deseo sigue siendo el eje podrido sobre el que orbita el mundo.
miércoles, 24 de octubre de 2012
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